
Foucault estaba interesado en la ciencia por un número de razones. Una de ellas fue que la “ciencia” se había establecido como la última forma de pensamiento racional. Con la Ilustración, la razón científica se convirtió en la vía privilegiada de acceso a la verdad. De acuerdo con este punto de vista de los conocimientos a adquirir valor como “verdad”, tuvo que esforzarse constantemente para llegar a ser “científico”, para construir y organizar los conceptos de acuerdo a ciertos criterios rigurosos de cientificidad. Foucault sostiene que el conocimiento científico no es intrínsecamente “superior” o más “verdadera” que otras formas de conocimiento.
Respecto del poder, Foucault dice que no está localizado en parte alguna, hallándose presente en toda relación de fuerzas; el poder alcanza tanto a dominados como a dominadores. Saber y poder se encuentran indisolublemente unidos, pero no pueden reducirse el uno al otro.
El juego de fuerzas del poder engendra los cambios en la distribución de lo decible y de lo visible, es decir, del saber, que a su vez regulariza el poder. El poder es como un exterior sin forma estable, una zona de tempestades que únicamente una microfísica permite aprehender. (1)
La concepción del saber de Foucault impregna y moviliza todos los niveles de análisis posibles. Se interesa tanto por lo sabido como por lo vivido, incursiona en la literatura y en la ciencia, le preocupa lo científico tanto como lo imaginario. Su tarea consiste en destejer los entramados de la realidad para que puedan verse uno a uno los hilos y los nudos con los que se había constituido. Trata de dejar al descubierto las condiciones que hicieron posible el acaecer de los distintos acontecimientos, problematizando los acontecimientos mismos.
(1) Díaz, Esther. 1988. "Para Seguir Pensando". Colección Del Aire a la Tinta. Editorial Universitaria de Buenos Aires. Buenos Aires.