No puedo. El texto que tengo que leer y luego reelaborar, me pesa en las manos. Un libro de trabajo, de eso se trata, pero se me hace difícil cuando la cabeza vuela.
Vos seguramente esto no lo vas a leer. Pero en verdad ya no me interesa.
¿Esas manos que usaste para quitar el aliento a una niña, acarician la cabecita de tus hijos?, me pregunto.
Es sólo una de tantas preguntas. Decime, sí a vos te digo, ¿te sentís bien ahora? ¿No te persiguen sus ojitos confiados? Si, confiados, ya que tengo la convicción de que te conocía. ¿Son muchas preguntas?
Aquí tengo otras… si alguien te debía algo, ¿ahora lo cobraste? ¿Para vos está todo bien?
Te voy a decir algo, a lo mejor ya te diste cuenta solito, no está nada bien. No te asistía ni te asistirá jamás la Razón, ni siquiera la Razón de las bestias.
Basura sos, como la porquería que la rodeaba. Pero ella tenía su propia luz. Claro ¡qué sabés vos de luz, ojos vacíos como pecho vacío!
Su propia luz brillaba ayer en cada lágrima, y seguirá encendida en el dolor de sus compañeras, de sus maestras, de todo aquel que la conoció.
Miro los carteles: Con los hijos, no. Pero esto tampoco lo vas a leer vos.
Ojalá podamos verte, en el lugar donde tenés que estar. En el lugar a donde ni la Razón de las bestias te alcance.
abrazo Marcel , sin una coma mas.
ResponderEliminarAbrazo