Con la ciencia a otra parte
El 24 de mayo, la revista Veintitrés publicó
un estudio del físico Mariano
Sigman sobre la propensión de los hombres a
mirar los glúteos y los senos de las mujeres bajo el título "Tetas o
culos, el fin de un debate nacional". Este suplemento reseñó dicho
artículo por considerarlo sexista con la ironía que merece una propuesta más
digna de una revista de humor que de una publicación que se pretende seria.
Sigman, en este mismo diario, reconoció las críticas y buscó separar su
investigación e intenciones del tratamiento mediático. A esa explicación, se
refiere la investigadora del CONICET Laura Fernández Cordero.
Por Laura Fernandez Cordero*
Las explicaciones de Mariano Sigman –director
del Laboratorio de
Neurociencia Integrativa de la Facultad de
Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires– en relación con
la controvertida divulgación de uno de sus trabajos podrían parecer del tipo
“no aclares que oscurece”. Sin embargo, esos párrafos con los que el
investigador intenta disculparse y separar sus intenciones del montaje
mediático que le propinaron en la revista Veintitrés son reveladores. Allí
Sigman permite ver en claro lo peor del asunto. No tanto el tamizado fatal de
una edición oportunista, no tanto comprobar que su trabajo era pasto para lo
más berreta de la imaginería mediática femenina, no tanto verificar a qué niveles
de sofisticación puede llegar el onanista vernáculo, sino demostrar cómo
algunos supuestos sobre los géneros encuentran nuevas maneras de justificarse y
reproducirse. Es decir, estamos acostumbrados a que los prejuicios campeen en
la publicidad y en algunas producciones televisivas. Sufrimos a diario el
autoritarismo con el que médicos y biólogos se empeñan en naturalizar sus
opiniones. Ahora Sigman nos demuestra que, como era de esperar, en la
neurociencia los prejuicios no sólo persisten, sino que se fortalecen bajo la
pátina de una disciplina compleja y vanguardista.
Es evidente que cualquier investigador
medianamente enterado de la cultura política que lo rodea sabrá andar con
cuidado en el territorio de los géneros. Colectivos de mujeres, travestis, gays
y hasta hombres heterosexuales comprometidos, han demostrado sus reflejos para
denunciar el prejuicio y la discriminación. Debe ser por eso que los autores enfatizan
“que la elección de este estudio de ninguna manera implica que estos dos rasgos
sean los más relevantes o especialmente distintivos de una mujer” y creen
necesario negar tres veces que la mujer sea la mirada del hombre sobre ella:
“No pensamos eso, no creemos eso, no pensamos que este estudio suponga eso de
ninguna manera”.
Sin embargo, la divulgación mediática en la
revista Veintitrés y en el programa televisivo CQC indica todo lo contrario;
ambos se solazaron en la
objetualización corriente y la ilustración de
las palabras del investigador con culos y tetas de laboratorio, para después
concluir con un mensaje bienintencionado avalado por el propio Sigman: el
indeseado imperio de las cirugías sobre el cuerpo de las mujeres. Dejemos de
lado la cobertura mediática ya que es comprensible que la tentación de una entrevista
televisiva y las artes de la edición puedan jugarle una mala pasada al
investigador. Pero si nos atenemos al estudio en cuestión, nada puede excusar a
quienes firman (Bruno Dagnino, Joaquín Navajas y Mariano
Sigman) de su ceguera y su falta de
inteligencia al momento de articular los interesantes despliegues de su
ciencia, con la vida social y política que palpita en objetos de estudio como
la percepción, la mirada, el lenguaje y la conciencia.
Contra los principios que el Pensamiento
Científico del CBC se encarga de transmitir a los novatos,
Dagnino-Navajas-Sigman dicen extraer su objeto de estudio de un extendido
“debate folklórico”, en lugar de encarar un trabajo crítico que les permitiera
construirlo en tensión y no en acuerdo con el sentido común de los géneros.
Luego, utilizaron un diseño experimental que reposa sobre una cantidad de preconceptos
que no se despejan porque los responsables digan que nada tienen que ver con su
ciencia. Lo saben, pero lo hacen; bajo el aval de una universidad pública, con
el lustre de una disciplina de cierta complejidad, con algo de escenografía
tecnológica y con el aura de quien se mete con los misterios del cerebro, el
experimento los hace repetir como loros de alta capacitación lo mismo que dice
el término medio sexista: los varones son quienes miran, las mujeres son el
objeto mirado, sobre el recorte de culos y tetas un hombre puede responder cuál
es “la más bonita”, todos los que se anuncian heterosexuales lo son, las
mujeres se embellecen sólo para los varones, los hombres responden al plano
pornográfico al momento de evaluar un cuerpo femenino, los cuerpos deseables
son los que la publicidad y la cirugía esculpen con photoshop y bisturí, etc.
Una vez obtenidos los resultados, estos
investigadores que parecen escapar al delantal blanco aunque no a los vicios
del cientificismo, arriban a una conclusión bastante pobre que generalizan sin
pudor: el 60 por ciento de los argentinos (el porteñismo, otro supuesto
reinante en el estudio!) son más culeros, para decirlo como los medios, o
prefieren los glúteos, como indica el comunicado explicativo, o gustan más de
los female buttocks, para decirlo en el idioma de los Archives of Sexual
Behavior donde les publicaron su hallazgo.
La única autocrítica que ofrecen es el haber
utilizado un lenguaje “chabacano”, sin notar o sin hacer el esfuerzo de pensar
que en cada palabra se desnuda su propia percepción, las “prenociones” que los habitan,
las miradas que los definen. Dagnino-Navajas-Sigman terminan siendo el mejor
objeto de estudio de todo este embrollo. Y las conclusiones no son alentadoras.
Podríamos decir que, para no generalizar, algunos científicos de la Facultad de
Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires se animan a
afirmar sin pestañear que “esa preferencia que aquí cuantificamos emerge de una
compleja interacción de factores, la mayoría de ellos sociales. Nosotros no
festejamos ni alabamos esto, simplemente lo explicitamos”. Incluso sentencian:
“Decidir si corresponde dar crédito a este juicio trasciende el ejercicio de la
ciencia y se corresponde con creencias, filosofía, política”. He aquí lo más alarmante:
nuevas generaciones de científicos que gustan de bajar de sus torres de marfil
reproducen la vetusta idea de que la ciencia trasciende su condición social,
económica, histórica... política. Lo dicen como si eso los disculpara en lugar
de evidenciar su vergonzoso desconocimiento del abecé de la epistemología
crítica, para no hablar de las lecciones que dejó el siglo XX toda vez que la
ciencia se declaró pura, neutral u objetiva.
Es valorable que Sigman se disculpe pero, se
podría preguntar, ¿tanto ahondar en el complejo mundo neuronal, tanta
neurociencia para esto? Las ilusiones ópticas y los experimentos serán vistosos
pero, al menos en este caso, no hacen más que reforzar el imaginario que
alimenta el sexismo, la simplificación del deseo masculino y la violencia sobre
las mujeres. Y, tal como queríamos comprobar, de allí se sirven por igual los
editores efectistas, los noteros vivarachos y los científicos desprejuiciados.
*
Investigadora del CONICET. Doctora en Ciencias Sociales. Miembra del
Grupo
de Estudios Feministas, Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.
--
agdFCEN
http://agd-fcen.blogspot.com
Asociación Gremial Docente FCEN/UBA
CONADUH/CTA
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-7341-2012-07-01.html
Hola Marce, con el mayor de los respetos, me parece una huevada que científicos se ocupen de escribir semejantes boludeces.
ResponderEliminarUn abrazo.
Adhiero a lo de huevada, pero no nos olvidemos que el estado le paga el sueldo. Y el Estado somos todos.
EliminarPor otro lado sería interesante pegar una mirada crítica hacia el objeto de estudio de estos pseudo - científicos.
Otro abrazo para vos Roberto.
Hola Maece, no me gusta tener que pagar a estos ¿científicos? ya que no me parece serio. No conozco la nota ni nada al respecto. Sólo leí tu entrada.
ResponderEliminarMi aporte empírico es el siguiente:
Creo que "las miradas" masculinas y/o femeninas (desconozco las de las minorías sexuales) están orientadas por las necesidades de los medios de la sociedad de consumo desopilante. Que las miradas masculinas recaen (en general) en las partes indicadas, es voz pópuli... Como tal, está "aceptado" y casi no molesta. Las mujeres hacen "lo indecible" para que esas partes sean lo que se considera "atractivas", no sólo por los hombres. Sino por las mismísimas mujeres. Es una cuestión de "imposición de moda". ¿Es sexismo? Creo que más que nada es boludismo de las usuarias de tetas y culos espectaculares no naturales que se admiten "objeto".
Las miradas están orientadas de acuerdo a las necesidades del mercado (porque no dudemos que responde al libremercado)
Hace un tiempo que orientan las miradas femeninas... ¿hacia dónde? hacia las ancas masculinas por ejemplo. Es cuando se escucha a las muchachitas sub 30 hablar de los diferentes culos masculinos.
Quiero decir que mirar culos dejó de ser sexista.
A veces me siento una extraterrestre ya que simplemente no le veo atractivo a los traseros de los hombres. Prefiero mirar sus miradas, sus manos, sus gestos... Para mí, si me abstengo de las propagandas de esta sociedad neoliberal, las miradas son, casi casi un carácter sexual secundario.
Un abrazo
Hilda. Está claro que el objeto de estudio parecen ser culos y tetas. Pero sólo parece.
EliminarEn realidad el objeto de estudio es la mirada masculina y aquello sobre lo que la mirada masculina se posa.
La mirada, tal cual vos lo decís está atravesada pòr lo que el mercado y la sociedad de consumo dicen qué es lo más deseable.
Podría haber sido un trabajo interesante pero no pasó de ser un aparatoso y chabacano reporte pseudo - científico.
Gracias por comentar y te mando un cariño.