La actividad educativa demanda un gran despliegue de tareas,
obligaciones, responsabilidades y urgencias, en todos los actores implicados.
El Estado, las Instituciones, los padres, las cooperadoras escolares, los niños
y jóvenes sostienen el quehacer educativo todos los días.
Ahora bien; los educadores, en medio de este fárrago diario ¿se
preguntan que preconcepciones e ideas previas tienen sobre los jóvenes? ¿Se
cuestionan que práctica educativa reclama la sociedad?
El hecho educativo parte de una concepción “optimista” del hombre. EX-DUCERE
(educar), permitir que brote aquello mejor que ya puede germinar en cada joven .Estos
jóvenes buscan formas de expresarse, de que se los escuche, de que se los
considere a cada uno único e irrepetible. Aprecian la sinceridad, el respeto,
la libertad, la alegría y son los nativos tecnológicos de este siglo XXI. ¿Estamos
a la altura de las circunstancias? ¿Nos prendemos en el desafío de enseñar las
herramientas que necesitan para que asuman el control sobre sus saberes, y sus
prácticas?
Lograr que los estudiantes hagan efectivo este control es replantearse
la validez del paradigma clásico de una transmisión académica y enciclopedista
del saber. Implica también una actitud activa en el reconocimiento del “otro”
que en cuánto es alumno debería resignificar los saberes aprendidos y
reconstruir críticamente la cultura en la que está inmerso.
A dónde me llevan estas reflexiones? Pareciera que hemos deformado la
noción de igualdad convirtiéndola en uniformidad. ¿Qué me dirá esto de único e
irrepetible?.En la tradición humanista el hombre es un fin en sí mismo y no un
medio para el fin de nadie.
Tal era la definición humanista de igualdad que sin duda dio pie al
desarrollo de las diferencias.”Sólo si se nos permite ser diferentes, sin la
amenaza de ser tratados como desiguales, sólo entonces somos iguales” (1).
Fromm decía para ser más claros que el concepto filosófico de igualdad
tiene gran prestigio y tradición pero que está siendo deformado y se lo emplea
para referirse a uno de los aspectos más degradante, más inhumano y más
peligroso de nuestra cultura: la uniformidad que implica la pérdida de la
individualidad.
(1)Erich Fromm La condición humana actual
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